La cuota que le aportan los que van a escucharlos es lo que
motiva aún más a verlos en vivo. Las máscaras de plástico con formas de
animales que se reparten antes de una canción en particular proyectan la
intensidad que se genera tanto desde arriba del escenario hacia abajo, como
desde la gente hacia los pibes que tocan.
Ese vaivén energético produce, por ejemplo, que durante
largos minutos el público entero se ponga de cuclillas y viva muy sereno uno de
los temas, y a la siguiente canción todo Niceto se apriete dejando libre el
centro del lugar para que estalle un pogo multitudinario, duradero y frenético.
Sambara te enamora al primer intento de seducirte, porque
tiene los matices necesarios para ablandarte y sacudirte. Sambara, amigos, es
una droga.
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